Desde su "íntimo rincón de escritura, en donde la soledad es un disfrute", Magdalena Noemí Maldonado recorre sensaciones narrativas, e imbuida en el perfume de una flor reflexiona sobre la fugacidad del tiempo y, por qué no, quizá también sobre la finitud del hombre. Acaso, esa conciencia vegetal se lo demande.
Sabe, entonces, que debe abrazar la brevedad, superar los escollos con que en ocasiones las ideas tropiezan porque simplemente se enamoran de palabras que no hacen falta. Sabe que, en breve, la belleza doma al impulso creador, y es esa única noche para esa única flor. Es ahí cuando la esencia resplandece en toda su complejidad.
Javier Bibiloni